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  • Immagine del redattoreDiego Nicola Dentico

La lucha de doña Lola

Aggiornamento: 8 apr





23.03.2024


En la "Zona 1" de la Ciudad de Guatemala, justo frente al palacio de gobierno, hay un "altar maya", es decir, un altar de fuego. Además de la ubicación urbana, que hace de este lugar una personificación del realismo mágico latinoamericano, es importante considerar su historia.

Tradicionalmente, los altares surgen en lugares elegidos por sus cualidades energéticas, que pueden ser reveladas a través del sueño, sensaciones físicas o eventos extraordinarios. Normalmente llevan el nombre del día en que son consagrados. Este, en particular, se llama Belejeb Ix (9 Jaguar, ambos símbolos relacionados con la mujer), pero también es conocido como "56 niñas". El área sagrada está delimitada por un círculo pintado de rosa y arcoíris, que rodea un centro oscurecido por los innumerables fuegos. El perímetro, de 9 metros, está marcado por 41 cruces que llevan otros tantos nombres. Desde lejos parece casi un área de juegos para niños, pero acercándose, yendo más allá de la primera impresión de colores pastel, se intuye que el altar, a la vez arte sagrado y obra de denuncia, surge de una tragedia.

El 7 de marzo de 2017, algunas niñas que eran huéspedes de un "lugar seguro", es decir, un refugio para niñas y adolescentes en condiciones sociales desfavorecidas, denunciaron que, a pesar del nombre, eran prisioneras en un lugar donde escaseaba la comida, la higiene, la educación. En cambio, abundaban las violencias sexuales perpetradas por adultos. Las mayores del grupo tenían dieciséis años.

Entre los acusados de abuso se encontraban, entre otros, hombres cercanos al entonces presidente Jimmy Morales. En respuesta a las acusaciones, las 56 niñas fueron drogadas, encerradas en una habitación de 6m x 3m con colchones, fósforos, lámparas de queroseno y combustible para alimentarlas. Murieron 41 y las sobrevivientes vivirán para siempre con las marcas de las quemaduras. Como si esto no fuera suficiente, periodistas al servicio del gobierno intentaron presentar a las víctimas como mujeres de mala vida que de alguna manera se habían merecido su horrible destino.

Me cuenta lo sucedido doña Rosa Galliardo, conocida como Lola. Es una mujer mestiza, de cincuenta y nueve años, salvadoreña de herencia Maya-Qeq’chi, con cabello rojo fosforescente, fuerte y oscura como sus ancestros y la tierra. No viste trajes ceremoniales, sino un mono, y tiene una manera de presentarse tranquila, sencilla. Es una ajq’ij, como se llaman en las lenguas mayas a las chamanas del fuego, y es la creadora y custodia de este lugar sagrado.

Tras el evento, el mismo 8 de marzo, doña Lola protestaba frente al palacio de gobierno junto a muchas otras personas. Fue ella quien encendió las primeras velas en memoria de las víctimas, acompañada por algunas ancianas indígenas, llegaron más velas y más ofrendas. Juntas, rezando a las abuelas de tiempos pasados para que acogieran esas nuevas almas. En esta ocasión Lola conoció a Gaby (la escritora feminista Rosario Jerez) y así nació la "Colectiva Plaza de las niñas 8 de marzo, Guatemala". El altar se convirtió de inmediato en el epicentro de la protesta contra el sistema machista. Cada 8 del mes se ofrece una nueva ceremonia maya del fuego para que no se apague la memoria de las 41 víctimas. En esos mismos momentos se realizan trabajos de cuidado chamánico y talleres de aprendizaje de la medicina de las plantas en beneficio de la comunidad.

A la luz del fuego sagrado de herencia ancestral surgió el proyecto de "educación de calle", una escuela autogestionada que tiene como objetivo proteger y dar oportunidades, también a través del arte, a todos los niños que, por pobreza, deben acompañar a sus madres en el trabajo ambulante, o que son directamente abandonados por sus padres.

Las dificultades son muchas: una vez el ex presidente Morales, que hoy está en paradero desconocido, se tomó la molestia de presentarse personalmente para vandalizar las cruces en memoria de las víctimas. Las amenazas de muerte ordinarias, las calumnias de brujería (un leitmotiv que nunca pasa de moda) y los omnipresentes misioneros evangélicos son elementos cotidianos. Pero doña Lola siempre responde con calma a cada uno de ellos.

"Déjese cuenta que en el Éxodo Moisés entra en contacto con Dios y su voluntad a través de un zarzal en llamas". O bien: "En Lucas 28 está escrito que el Señor dejó las plantas para que pudiéramos cuidarnos. Como ves, no es magia negra".

Son solo algunas de las frases que Lola recuerda en momentos de conflicto. A veces las oposiciones son muchas, demasiadas para ser sostenidas solo por sus hombros, por fuertes que sean, pero recuerda que la Cosmovisión Maya, que ha sido la verdadera inspiradora y columna vertebral de su trabajo, no es para pocos. Es un regalo de la Humanidad que puede ayudar tanto a los tradicionalistas como a los cristianos, sean cuales sean sus sectas de referencia.

Después de siete años, el cansancio es mucho, al igual que el deseo de cambiar de vida, especialmente considerando que las cosas parecen no mejorar. Pero no es así.

El actual presidente Arèvalo ha manifestado su disposición a escuchar las peticiones de la Colectiva. Quizás no se logren todos los objetivos solicitados, incluida la dedicación de 41 escuelas a las 41 víctimas de la tragedia, para que no se pierda la memoria, pero es un punto de partida.

La Colectiva ha crecido mucho en los últimos años, ha apoyado a innumerables niños y ha creado un método de educación que se está difundiendo gradualmente en toda América Latina.


PD. Este es solo un pequeño artículo extraído de mi encuentro con doña Lola y Gaby, las entrevistas realizadas a ellas serán transcritas en un futuro próximo y espero poder entrevistarlas en vivo para el proyecto "Corazón de la Tierra".

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